El excepcionalismo americano tiene sus orígenes desde 1630 el gobernador John Winthrop llamó a Bay Colony, Massachusetts, "ciudad en una colina". Ronald Reagan la embelleció un poco llamándola "refulgente ciudad en una colina", es aquí lo que George Bush ha mencionado: que Estados Unidos es faro de libertad y democracia. Que la gente puede voltear a vernos para aprender de nosotros y emularnos.
La noción del excepcionalismo americano es que sólo Estados Unidos tiene derecho, sea por sanción divina o por obligación moral, de brindar civilización, democracia o libertad al resto del mundo.
En un artículo del Dr. Matthew Spalding muestra una visión diferente de Estados Unidos y su papel en el mundo. Dicha publicación se llama ¿Por qué es América excepcional? Porque es una nación dedicada a un conjunto de principios que se declaran evidentes en la Declaración de Independencia y que se garantizan en la Constitución de Estados Unidos.
En contra parte a lo que dice Spalding sabemos que expandirse a otros territorios, ocuparlos y lidiar brutalmente contra la gente que resista la ocupación es un hecho persistente en la historia estadunidense, desde los primeros asentamientos hasta hoy día.
A partir de esta concepción del excepcionalismo los diferentes y la mayoría de los presidentes de la nación la han tomado como justificación de sus actos de conquista, guerra, poder etc. como en 1945 al final de la Segunda Guerra Mundial, Henry Luce dijo que éste sería "el siglo americano", que la victoria en la guerra le confería a Estados Unidos el derecho a "ejercer sobre el mundo el pleno impacto de nuestra influencia, para los propósitos que a nosotros convengan, y a través de los medios que nos parezcan apropiados".
Nadie ha expresado con mayor claridad el excepcionalismo estadunidense que el secretario de Guerra Elihu Root, quien en 1899 declaró: "el soldado estadunidense es diferente de todos los otros soldados de otros países desde que comenzó el mundo. El es la avanzada de la libertad y la justicia, de la ley y el orden, de la paz y la felicidad". Mientras decía esto, los efectivos estadunidenses comenzaban en Filipinas un baño de sangre que arrancaría la vida a 600 mil.
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